Tiempos turbulentos
Claudio Soto Economista jefe Banco Santander
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Claudio Soto
En enero, cuando publicamos nuestro informe anual Visión 2019, advertíamos que no sería un año fácil. La guerra comercial ya había generado estragos, con una ralentización del crecimiento y caídas en el valor de los activos. A esto se sumaban problemas políticos internos en varios países, que agregaban dosis de incertidumbre y constituían riesgos para el desempeño económico global.
En lo que va del año, el conflicto comercial, lejos de amainar, ha subido en intensidad incluso cuando el comercio mundial sigue fluyendo. Hace un mes, el Presidente Trump anunció que impondría tarifas al total de bienes chinos todavía no cubiertos por aranceles especiales. Aunque luego retrocedió parcialmente ante una respuesta firme por parte de China, lo cierto es que la tendencia apunta a una intensificación de las medidas proteccionistas. En el plano político, el Brexit sigue pendiente y una serie de países continúa enfrentando dificultades.
En este contexto, la semana pasada los mercados se tensionaron ante la temida inversión en la curva de retorno -diferencial negativo entre las tasas de los bonos a 10 años y los de dos años-, fenómeno que ha precedido a seis de las últimas 10 recesiones en Estados Unidos. Aún no es claro qué va a suceder con la economía norteamericana, pues hasta ahora los datos siguen siendo positivos, pero sin duda los riesgos han aumentado de manera ostensible.
En Chile, la actividad del primer semestre decepcionó. La inversión se ralentizó y el consumo se ha expandido a un ritmo moderado, con un mercado laboral débil e incierto. La principal apuesta es que los grandes proyectos de inversión en minería, infraestructura y en el sector manufacturero comiencen a generar mayor tracción. Sin embargo, podría ser insuficiente para acelerar la economía hacia un crecimiento más acorde con su potencial.
La pregunta es, ¿qué hacer? El Banco Central ya empezó a mover sus fichas. En junio nos sorprendió con una agresiva rebaja de tasas y es altamente posible que continúe bajándolas en el segundo semestre, habida cuenta de que la inflación sigue contenida, que crecemos bajo tendencia y que los riesgos son a la baja. De materializarse lo ya internalizado por el mercado, hablamos de rebajas adicionales de 50 puntos base o más en lo que resta del año. Esto ya se ha reflejado en las tasas que enfrentan las personas, donde las hipotecarias han caído a mínimos históricos.
¿Y la política fiscal? Aquí la respuesta no es trivial. En primer lugar, es dudoso que se deban activar las palancas fiscales cuando la política monetaria aún tiene espacio para actuar. En el peor de los casos, una política fiscal más agresiva podría inhibir una acción más decidida de la autoridad monetaria. En segundo lugar, el espacio fiscal comienza a ser limitado. La deuda pública ha seguido aumentando y es previsible que se empine hasta cerca de 30% del PIB de aquí a algunos años. Por último, hay que tener en cuenta que ha costado enrielar la regla fiscal. El gobierno se ha comprometido a ir reduciendo los déficits estructurales en 0,2% del PIB por año hasta el fin de su mandato. Hacer una política fiscal más expansiva implicaría romper este compromiso y posponer nuevamente el retomar el ancla fiscal. A pesar de las presiones, transitar por este camino debiese ser un recurso muy excepcional.
En los tiempos turbulentos que enfrentamos, la prioridad del gobierno es ordenar la casa, poner foco en sus políticas y ajustar expectativas.